Vivimos atados emocionalmente a los demás, a las personas que amamos, y nos sentimos responsables por cada una de las cosas que hacen o dejan de hacer. Es como si una parte de nuestro cuerpo, hubiera tenido algo que ver, quedando impregnados con ese dolor, cuando la persona que lo cometió fue otro.
¿Algunos lo llaman sobre protección?
¿Por qué somos tan controladores, tan co-dependientes de los demás? Queremos proteger y abrazar a todo el mundo, pero en ese abrazo nos olvidamos de abrazarnos a nosotros mismos.
Hay que aprender que se puede estar sin sufrir a pesar del padecimiento de otra persona, y sólo hacer lo que nos toca para cuidarnos. Significa que no podemos seguir cargando las consecuencias de los demás, sino dejar que cada uno elija su propio destino. No implica juicio, critica, ni condena. No es que el otro no me importe, sino poder ayudarlo, pero desde otro lugar, mi lugar.
No somos responsables de las acciones de los demás. Ese desprendimiento emocional, no es falta de amor. No es olvidar el problema, sino pasárselo a su verdadero dueño, para que aprenda la consecuencia de sus actos, que se responsabilice, que crezca y acepte que es inteligente y capaz de buscar sus soluciones.
Saber soltar las riendas del control y la obsesión del otro para dejarlo crecer, significa otorgar libertad y desprendernos de la esclavitud. El desprendimiento emocional es aprender a trabajar sobre mis errores y defectos, saber perdonar y hacer responsable al otro en las decisiones de sus actos.
Julia Alvarez Iguña