Julia Alvarez Iguña

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Psicología On Line

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El Caballero de la armadura oxidada

martes, 26 de octubre de 2010


Tanto como en la vida como en el deporte, el hombre se encuentra ante continuas crisis que debe superar para alcanzar su desarrollo personal. El caballero de la armadura oxidada, es un libro escrito por Robert Fisher, que seguramente muchos de ustedes han leído, y que los ha fascinado de la misma manera que a mí. Es un cuento con moraleja como los que nos leían de pequeños, pero orientados a adultos en el que describe la historia de un personaje que lucha por alcanzar su superación personal y los distintos caminos que debe atravesar para encontrarse a sí mismo. En este relato usaré mi estilo de vida cotidiano dejando que las palabras me expresaran tal cual yo ya que ellas son el espejo de mis sentimientos. Ser uno mismo y dejar que todas esas cosas que uno siente y que a veces el “establishment” no permite utilizar para no demostrar sensiblería. A veces los cuentos no son meros pasatiempos, son guiones de vida con los que mucha gente se identifica en su forma de actuar ante tantos vendedores de imagen como tantos caballeros, damiselas, feroces lobos y caperucitas.

En medio de todos estos personajes, recorrí las estrofas del cuento donde la fantasía se mezcla con la realidad ante una nueva interpretación, tratando de descubrir todo aquello que tenemos oculto, que pone freno al desarrollo emocional y psicológico, y que nos impide conocernos realmente. ¡Cuántos personajes de la vida real se mezclan en esta historia!


Pues bien, es la historia de un caballero medieval bueno, generoso y amoroso, que dedica su vida a luchar en cruzadas, matar dragones y rescatar damiselas intentando demostrar actos heroicos, para su propia satisfacción y para que los demás posean una buena imagen de él como alguien de gran corazón y nobles ideales.
Pero este comportamiento y el tiempo que gasta en lustrar siempre su armadura, le quita tiempo para estar con su familia. Se habitúa tanto a llevar siempre puesta la armadura que con el tiempo se le oxida olvidándose como se sentían las cosas sin ella.
Es así que comienza a pedir ayuda para lograr quitársela y encontrarse con su verdadero yo. El caballero, representado en tantos hombres de rígida armadura con toda su carga de machismo y falso orgullo, con sus escalas de valores tan “masculinos”: el éxito, la seguridad económica, el trabajo, lo que los otros ven de mi, tratando de mantener el nombre y prestigio para ser valorados y tenidos en cuenta.

¡Quién puede decir que conoce realmente al hombre! A veces pareciera que internándose en ese complicado laberinto se llega a ese lugar profundo de su ser y lo encuentra, pero luego se desvanece esa supuesta llegada; cambia su voz, su apariencia y se vuelve tan lejano…, y otra vez nos encontramos afuera golpeando su armadura para poder entrar.
Julieta es su esposa. Tantas veces hemos visto mujeres reflejadas en esta damisela. Las largas horas de soledad le han impuesto el titulo de la “Damisela Solitaria”.
La soledad es su compañía. De tantos silencios compartidos se ha quedado vacía, seca, aprieta fuertemente los párpados y bebe, intentando volar a otros territorios. A lo mejor en sus sueños se imagina ser la bella durmiente esperando la llegada de su príncipe encantado, que luego de varias batallas ha luchado por su amor, ha dejado la armadura en un rincón del castillo y con sus ropajes de finos terciopelos la despierta con un beso.
Para ella no son importantes tantos castillos y countries, no necesita estar subida en el trono de su camioneta cuatro por cuatro, ni lucir tantos brillantes y sirvientes. Es una mujer como tantas que esperan las palabras que no llegan. ¿Me querés? ¿Sos feliz? ¿Pensás en mí como yo en tí? ¿Estás viva?....
Y sus horas pasan pensando en ese hombre de brillo dorado, una imagen lejana, amable pero difusa a la vez y sufre al no ver en su interior, la forma de sus ojos, el contorno de sus labios, el calor de su corazón.
Siento en Julieta a una mujer que espera ser descubierta como MUJER. A lo mejor ya no tiene ganas de pintarse, arreglar su cabello, pasar agotadoras horas en el gimnasio, soportar sus altos tacones, ni siquiera tiene ganas de acomodar los perfumados jazmines en el comedor de su casa. Tal vez, hasta pueda parecer un poco tonta, que actúa manejada por el control remoto de la moda, de la obligación y la costumbre. Debe ser la damisela del castillo, pero en su interior sufre y siente que no puede más. La única idea que ronda en su cabeza es la separación. Cuando el camino se ha agotado, la que pone el punto final generalmente es la mujer. Si por los hombres fuera todo sigue igual, para no innovar ¿No…?

Su hijo Cristóbal, como tantos Cristóbales de nuestra sociedad actual, él también se encuentra alejado de su padre recorriendo el camino más difícil de la vida: el que lo lleva de la tierra protegida del territorio azul de la infancia al camino de la adultez. Tal vez se sienta incómodo en ese cuerpo que le queda grande y necesita desesperadamente a su padre. Pero todo se limita a unos pocos momentos, media hora, un repaso a sus cuadernos. ¿Todo bien en el colegio?, ¿necesitás dinero?, dos risotadas y luego a la cotización de la bolsa, a los comentarios sobre la imbecilidad de su empleado que no aguanta más, a la úlcera que no lo deja en paz, sumergiéndose en el zapping de la televisión.
Julieta y Cristóbal no pueden decir palabra, cada vez que lo intentan son interceptados por un celular que no para de sonar.
Tal vez Cristóbal considere que su compañía es una pérdida de tiempo. Tantas veces le ha enseñado que los hombres no hablan de cosas ridículas ni cometen la equivocación de poner en el casillero de lo ridículo lo que tendría que estar en el casillero de lo sublime: la demostración de amor y seguridad, de ternura, la aceptación incondicional de un padre por su hijo, el poder estar cuando hay que estar.
No entiende que los hijos siempre ven en sus padres a Superman, aunque actúen como el Ratón Mickey. Pero para Cristóbal ninguno de los personajes, ni el mismo caballero alado con su espada de hacer zetas, está junto a él cuando lo necesita. Y así es que los encuentros comienzan a transformarse en más desencuentros.

La distancia entre los tres se instala y comienza a hacer ruido. Nuestro caballero siente la presión de su armadura contra su pecho, una presión tan fuerte que no lo deja casi ni respirar, ni vivir, ni sentir. Su armadura se ha oxidado. Se siente confundido, ya no puede distinguir el ruido de los cascos de sus caballos con los latidos de su propio corazón. Es hora de reflexionar.
Ahora el destino lo empujará a nuevas batallas en la lucha contra sí mismo, a un lugar de profunda quietud y reflexión. Deberá atravesar distintos castillos, laberintos, y vencer al dragón para encontrarse nuevamente con sí mismo. Los otros personajes del cuento. Bolsaalegre, la ardilla, la paloma, representan las voces interiores a las cuales nos vamos enfrentando cada día, palabras que adquieren valor cuando llegan a lo profundo de nuestro ser, cuando comenzamos a pensar que vale la pena el esfuerzo, el sacrificio, en poder conectarnos con esa la libertad de experiencia y ser nosotros mismos.

Merlín, sería el psicólogo del cuento, que le permite conectarse con sus sentimientos, miedos, dudas, aventurarse a ir más allá de las estrechas fronteras de lo conocido en la búsqueda de la verdad, en su ascensión a la montaña de la vida. Es en esa nueva realidad donde puede finalmente encontrarse con su silencio interior, donde descubre que no está solo, encontrando a su mejor amigo: él mismo.
El viaje del caballero simboliza el proceso psicoterapéutico que debe realizar cualquier persona que se encuentre en esa situación compleja de hallar su forma de ser, su verdadera identidad, tanto interiormente como en relación al mundo que lo rodea.


Queridos caballeros y damiselas, las pequeñas cosas son las que poseen más valor. Muchas veces nos equivocaremos, pero perder una batalla no es perder la guerra. La ambición que proviene de la mente sirve para comprar hermosos castillos, demostrar que se es “bueno, generoso y ambicioso”, pero la verdadera, la que proviene del corazón es la que nos sumerge en la felicidad al descubrir que la verdad es más poderosa que la espada, y al escuchar la sinfonía del silencio, habremos escuchado la música de la existencia.