Julia Alvarez Iguña

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¿Qué se está cocinando en las cacerolas?

martes, 23 de abril de 2013




La anestesia afectiva del pueblo despertó, y salió a la calle a hacer oír sus demandas, a manifestar su enojo, como una respuesta ante tantas deficiencias y necesidades incumplidas.

El ruido de las cacerolas es ensordecedor y tienen su significado. Son cacerolas vacías de tanta impunidad, e indiferencia social. Sus golpes, sus ritos representan la palabra del pueblo como manera de manifestar sus necesidades, de manifestar su bronca.

Las cacerolas es el único método que posee la gente como defensa, donde faltos de esperanza, intentan reunirse con el otro colectivo, sostenidos en el anhelo de un país mejor.

La perversa corrupción destruye a los argentinos en su punto más débil: la confianza, y cuando un pueblo pierde la capacidad de crecimiento, llega el abandono y queda atrapado en la desilusión.

Hoy en día, la angustia, la tristeza, los ataques de pánico, la desesperación, se han instalado como nuevos códigos ante la  barrera que levantan algunos; los que impiden la auto-realización del ser humano.

La sociedad necesita un cambio que signifique la devolución de libertades, y un oxígeno nuevo para seguir viviendo en el futuro anhelado, y en contra de medidas -muchas veces arbitrarias-  que van en detrimento del desarrollo normal de la sociedad.

El gobierno utiliza continuamente el mecanismo de la negación, desconoce el escenario, al adversario. Es una realidad que no quiere ver, la niega, porque al ser tan narcisista y centrado en sí mismo, el dolor y la rabia que esas heridas de la realidad le producen, son intolerables. Solo encuentra alivio negando lo que todos ven. Es así como niegan el Indec, la inflación, los cacerolazos, los asesinatos, la delincuencia, los jubilados, etc. simplemente lo postergan. Quieren mantener sus vidas en orden, sentir el omnipotente control de todo, por lo que se resisten a ver realidades que podría resultar una pérdida intolerable en su “Yo”.

La negación es un mecanismo de defensa de auto preservación, que sólo posterga lo que, de todos modos, en algún momento deberá afrontar.  

El imaginario colectivo siente que no solo le han robado sus derechos, sino sus sueños, sus deseos, la desolación, el abandono, la vergüenza ante nuestros hijos. Pero lo que más duele es que en esta fiesta sin fin, están dilapidando nuestro dinero para ser repartido a los amigotes y socios del poder.

Por eso el pueblo ya no se queda callado, está poniendo un límite, sale a la calle a hacerse oír y hoy más que nunca está de pie.
Julia Álvarez Iguña